Atravesado por el ecuador,
África es un continente compacto que se extiende unos 8.000 km desde su
punto más septentrional, cabo Blanco (Túnez), a su extremo más meridional, cabo
de las Agujas (Sudáfrica); su anchura máxima, medida desde la punta de cabo
Verde (Senegal), al oeste, hasta Ras Xaafuun (Somalia), al este, es de unos
7.500 km. La cumbre más elevada del continente es el monte Kilimanjaro
(Tanzania), que casi alcanza los 6.000 m y presenta nieves perpetuas, y el
punto más bajo se encuentra en el lago Asal (Yibuti), a 153 m por debajo
del nivel del mar.
RELIEVE
El relieve africano se caracteriza por su horizontalidad debido a la presencia de vastas y onduladas mesetas, desfiguradas por varias grandes cuencas fluviales y aisladas sierras. A pesar de esta característica morfología, se diferencian diferentes unidades del relieve en África.
Una primera unidad del
relieve son las amplias mesetas que se extienden por todo el continente, aunque
son más elevadas en la región meridional; explican su aspecto uniforme y su
elevada altitud media (750 m), y algunas albergan zonas áridas, como los
desiertos Sahara, Kalahari y Karroo. Entre las mayores altiplanicies se pueden
destacar las de regiones como Futa Yallon (muy escalonada) y Adamaua.
Una segunda unidad del
relieve son los sistemas montañosos, que salpican las mesetas: algunos se alzan
en los extremos del continente, como las cordilleras del Atlas, Ruwenzori y
Drakensberg; unos pocos macizos aislados de origen volcánico despuntan por el
centro del continente, como los de Ahaggar y Tibesti; en la parte oriental, la
más elevada, se encuentra el Gran Rift Valley y se localizan numerosos
volcanes, como el Kilimanjaro, el Kenia y el Elgon.
SUELOS
Debido a que el continente
africano no estuvo cubierto por el mar durante millones de años, los suelos se
han desarrollado independientemente, sobre todo a causa de alteraciones
meteorológicas. Pocos suelos se han beneficiado de la tierra transportada por
ríos o corrientes oceánicas. En su mayor parte, los suelos africanos sufren un
drenaje irregular y no presentan mantos acuíferos definidos. La mayoría son
casi áridos debido a la lixiviación mineral que producen las fuertes lluvias y
a las altas temperaturas. Los terrenos desérticos (aridisoles y entisoles), que
contienen poca materia orgánica, también comprenden grandes extensiones.
Algunos de los suelos más fértiles son los molisoles, también conocidos como chernozems
o tierras negras, en África oriental, y los alfisoles y los podsoles en las
zonas del sur y del oeste de África.
HIDROGRAFÍA
Los ríos de África se
pueden agrupar en función de la vertiente hidrográfica y cuenca a la que
pertenecen. En la vertiente mediterránea, los ríos suelen ser cortos y
estrechos, a excepción del Nilo, que es el más largo del planeta; en la franja
desértica abundan los uadis, cursos de agua intermitentes que raramente llegan
al mar. Los ríos de la vertiente atlántica son más largos y caudalosos, y
llegan a ser navegables en gran parte de su curso; destacan el Níger, el Congo
(el más caudaloso del continente), el Orange, con su afluente el Vaal, y el
Senegal. Los ríos de la vertiente índica son más cortos que los de la
atlántica; entre los más importantes se consideran el Limpopo y el Zambeze (en
cuyo curso fluvial se encuentran las cataratas Victoria). Con la excepción de
la cuenca del lago Chad, todas las demás tienen salida al mar y están cortadas
por abruptas cataratas o rápidos que impiden la navegación.
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